La facturación por la venta de carnes rojas en los supermercados alcanzó en los primeros once meses de 2011 un récord de 8.689 millones de pesos según constató El Enfiteuta en el seguimiento de la información mensualmente publicada por el Indec, al 25 de enero de 2012.
Ese nivel de ventas representó una suba respecto de igual periodo de 2010 del 23%, pero significó también un aumento del 63%, comparado con la facturación de los súper realizadas en 2009 las que totalizaron 5.335 millones de pesos.
Ya en 2010, cuando en los primeros once meses del año, el Estimador Mensual de la actividad Industrial (EMI) registraba una caída acumulada en la producción de carnes rojas del 21%, las ventas en los supermercados se habían disparado un 33% -en igual lapso- con una facturación de 7.071 millones de pesos.
En 2011, la cosa no fue tan distinta. Entre enero y noviembre la evolución acumulada de la producción medida en el EMI del Indec se derrumbó otro 8,2%, sobre la ya disminuida producción del año anterior.
Paralelamente las ventas en los supermercados crecieron en el mismo periodo un 23%, cifra sugestivamente muy similar a la inflación que dan a conocer legisladores de la oposición con cifras privadas elaboradas por distintas consultoras.
Obviamente la razón por la cual los supermercados elevaron de manera tan vertiginosa la facturación por la venta de carnes resulta difícil de explicar por un aumento del consumo por habitante, y menos por un incremento de las exportaciones.
Ambos –consumo interno y exportación- mostraron disminuciones tanto el año pasado como en 2010, según lo informaban numerosas fuentes, y oportunamente Miguel Schiariti en sus tradicionales informes de Ciccra, que hace propios el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva).
En diciembre del año pasado, Schiariti informaba el impacto de la caída del stock vacuno en la evolución de la faena en los primeros once meses que disminuyó un 10,6% respecto de 2010. Mientras que la comparación con enero-noviembre de 2009 resultó dramática: “arrojó una caída de un tercio en la cantidad de cabezas faenadas”, señalaba el informe.
Como era previsible la caída del stock, el aumento de precios del ganado en pie y en mostrador, llegaron también a la cartera de la dama y la billetera del caballero: “el consumo por habitante de carne vacuna descendió en forma significativa”, advirtió Ciccra entonces.
En términos agregados, cada uno de los argentinos dejó de comer 3,4 kilos de carne vacuna por año en los primeros once meses de 2011. Para noviembre del año pasado, luego de las elecciones presidenciales, el nivel de consumo por habitante se ubicó en los 54,2 kilos al año, casi un 6% menos que en 2010.
Pero como la caída del consumo interno ya se venía verificando en 2010, el descenso del consumo de carne vacuna entre 2009 y 2011 se redujo casi un 21%. Es decir que los argentinos dejaron de comer unos 14,2 kilos de carne bovina por año entre 2009 y 2011.
Por el lado de la exportación, la película harto conocida. “En términos interanuales, los volúmenes embarcados registraron una contracción de 17,2% (-61,8% con relación a los de los primeros once meses de 2009)”, aseguraba el informe de Ciccra a fines del año pasado.
Distinto es el caso del sector avícola que en los primeros once meses faenó 618.610.624 pollos, lo que significó un incremento de la producción del 11% interanual, según datos del Ministerio de Agricultura, y elevó el consumo por habitante anual a alrededor de 41 kilos por año, un récord en la dieta de los argentinos.
Así las cosas, los consumidores dejaron en las cajas registradoras de los hipermercados -entre enero y noviembre de 2011- unos 1.618 millones de pesos más que en 2010, y 3.354 millones de pesos más de lo que habían pagado en 2009. Un costo que los argentinos convalidaron para comprar la mejor carne vacuna del mundo.
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